La Troponina es una proteína que se encuentra en los músculos estriados de nuestro cuerpo. Existen tres subunidades diferenciadas: la C, la T y la I. La isoforma tipo e de la Troponina I y la tipo 2 de la Troponina T se encuentra en el músculo cardiaco y se ha utilizado para detectar la existencia de daño o muerte celular de los miocitos (células cardiacas), como la que se produce cuando se sufre un infarto agudo de miocardio.
Su determinación en sangre se utiliza de forma rutinaria nuestros hospitales para descartar o confirma la existencia de un infarto de miocardio.
Según un reciente estudio publicado el pasado mes agosto en la prestigiosa revista The New England Journal of Medicine la medición de unos niveles basales anormalmente elevados de Troponina T en pacientes diabéticos y/o con cardiopatía isquémica estable, pero sin síntomas, los identifica como de riesgo elevado de muerte cardiovascular (infarto de miocardio o ictus).
De esta forma, la Troponina vuelve a ser un marcador que logra identificar a los pacientes diabéticos o que ya han sido diagnosticados de tener un problema en sus arterias coronarias y que presentan un mayor riesgo de morir por un problema cardiovascular.
Es por lo tanto lógico, que intentemos utilizar las medidas de tratamiento más eficaces conocidas en esos pacientes que presentan un riesgo superior al del resto, ya que teóricamente serían los que más se beneficiarían.
Lamentablemente dicho hallazgo no logra identificar a los pacientes que si tratamos de forma agresiva con cateterismo cardiaco y revascularización consigamos reducir su mortalidad.
Por lo tanto, tenemos un arma nueva que nos identifica a pacientes con un riesgo elevado, pero que no nos sirve para seleccionar a los que se podrían beneficiar de un tratamiento más agresivo.