Es sobradamente conocido el efecto perjudicial del tabaco, no sólo desde el punto de vista cardiovascular, sino también en muchos otros aspectos de la salud. Ya nadie pone en duda que la leyenda que se exhibe en las cajetillas de tabaco es absolutamente cierta: “FUMAR MATA”.
Hasta el más escéptico reconoce hoy en día el perjuicio del hábito de fumar. Aún así, gran parte de la población continúa fumando. ¿Por qué razón? Simplemente porque les gusta y por el efecto adictivo del tabaco.
Conocí a un paciente amputado de las dos piernas a consecuencia del tabaco y que continuó fumando. Otros, con familia fallecidos por cáncer de pulmón, de esófago, gástrico, de laringe o de vejiga, continúan fumando porque piensan que no les va a tocar a ellos. Conozco incluso a pacientes que han sobrevivido a un infarto de miocardio y que siguen fumando.
Siempre he pensado que la población se divide en personas con mentalidad de fumador, que puede que fumen o no y no fumadores, que puede que fumen de forma esporádica. Me explico: defino a los primeros como aquellos que tienen siempre esa especial apetencia por el tabaco, que hace que puedan volver a fumar, incluso muchos años después de haber abandonado el tabaco. Por el contrario, hay otras personas que pueden eventualmente fumar dos cajetillas en un día y después olvidarse del tabaco durante semanas. Estos últimos son los que considero no fumadores que esporádicamente fuman.
De hecho, los que tienen mentalidad de fumador (yo me considero entre ellos, aunque hace ya 19 años que no fumo) siempre encuentran una excusa para volver a fumar o una fecha que nunca llega para abandonar definitivamente el consumo de tabaco.
La mayoría de los fumadores activos, cuando en la actualidad les reprochas que continúen fumando, replican que con eso no hacen daño a nadie y que es un problema exclusivamente de ellos. Desde hace ya tiempo se conocen los efectos nocivos del tabaco en los fumadores pasivos, de ahí la legislación que prohíbe fumar en espacios públicos cerrados.
Un estudio publicado el pasado mes de marzo en el European Heart Journal va mucho más allá: los hijos de padres fumadores tienen una mayor afectación de sus arterias (aterosclerosis) en su edad adulta.
Con el paso de los años, como parte del envejecimiento, se produce un engrosamiento de la pared arterial, lo que conocemos como aterosclerosis. Diversos factores, como son la hipertensión, la diabetes, el aumento del colesterol en sangre o el hábito de fumar, favorecen que ese progresivo estrechamiento arterial se acelere.
En este trabajo fueron estudiadas, mediante ecografía, las arterias carótidas de 3776 pacientes adultos. Se determinó hasta que punto estaba afectada la pared arterial en cada unos de los sujetos. Los antecedentes de padres fumadores fue un factor que aumentaba la edad arterial del sujeto hasta en 3.3 años, con respecto a los que habían tenido padres no fumadores. Es decir; las arterias de los adultos con padres que habían fumado eran varios años más viejas (tenía una mayor aterosclerosis) que las de los sujetos en los que sus padres no habían sido fumadores. Y lo más llamativo, es que este hallazgo era independiente de cualquier otra variable, incluso de si el sujeto en cuestión era o no fumador en la actualidad o lo había sido.
Este artículo concluye que los padres fumadores provocan un daño permanente en la salud de las arterias de sus hijos, incluso en la edad adulta.
En conclusión: debemos continuar esforzándonos en abandonar el consumo de tabaco, no sólo por mejorar nuestra salud y la de los que nos rodean, sino también para proteger a nuestros niños y jóvenes, disminuyendo la probabilidad de que padezcan problemas cardiovasculares en la edad adulta.
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