Desde hace ya muchos años se conoce la relación existente entre la enfermedad periodontal (inicialmente gingivitis y posteriormente periodontitis) y la enfermedad cardiovascular.
Hasta un 80% de la población adulta presenta en la actualmente algún grado de enfermedad periodontal. Una mala higiene bucal y la pérdida de dientes secundaria a la existencia de una enfermedad periodontal avanzada se asocia, de forma moderada, al riesgo de padecer una cardiopatía isquémica (angina de pecho e infarto) y de un accidente cerebrovascular (ictus). Incluso después de ajustar el riesgo al resto de factores de riesgo cardiovascular conocidos.
La forma por la que la enfermedad periodontal se asocia a la cardiovascular no es bien conocido pero parece ser que la inflamación crónica de las encías puede, de alguna forma, relacionarse con la enfermedad arterial. Se conoce que el aumento de una proteína que se eleva típicamente en relación a procesos inflamatorios / infecciosos (proteína C reactiva), a bajos niveles y de forma crónica, se relaciona con un aumento del riesgo de padecer un evento coronario.
Por otra parte, también se relaciona la existencia de enfermedad periodontal con la presencia de una disfunción endotelial. Es decir; una afectación de la función de las células que recubren el interior de nuestras arterias y que son fundamentales para proteger frente a la aparición de procesos aterotrombóticos en su interior (origen del infarto e ictus).
Por último, la existencia de un paso de bacterias desde nuestras encías a la sangre y la liberación de endotoxinas; circunstancias que se producen por ejemplo al mascar chicle, pueden ser otras de las causas del desarrollo de enfermedad vascular.
Recientemente se ha presentado un documento de consenso entre la SEC (sociedad española de cardiología y la SEPA (sociedad española de periodoncia) precisamente sobre esta cuestión, enfatizando la «importancia de los hábitos de vida saludables recomendados por los cardiólogos, que tienen un impacto positivo sobre el control de las patologías de la boca. Al mismo tiempo, una óptima salud oral es buena para el corazón. Además, los hábitos de vida saludables recomendados por los cardiólogos tienen un impacto positivo sobre la salud oral, de forma que todo está relacionado».
También desde la Sociedad europea de cardiología y desde la SEPA se recomienda a los cardiólogos tomar la enfermedad periodontal como un factor de riesgo cardiovascular añadido y así manejar al paciente de forma integral.
Y ahora, la pregunta pendiente. Por una parte parece claro que la enfermedad periodontal está asociada a la aparición de problemas cardiovasculares, pero ¿es posible que el correcto tratamiento de la enfermedad periodontal mejore la cardiovascular?
Pues hasta ahora no está claro. Se ha demostrado una mejoría de la función del endotelio vascular tras seis meses de tratamiento intensivo frente a la enfermedad periodontal. Aún no se conoce con certeza si este efecto se prolonga a largo plazo, ni si se produce una prevención de la progresión de la enfermedad cardiovascular o una disminución significativa de los eventos.
En conclusión: la enfermedad periodontal debe de considerarse como un factor asociado al desarrollo de problemas cardiovasculares. El tratamiento de dicha enfermedad mejora aspectos relacionados con la aparición de cardiopatía isquémica y de ictus. Hacen falta estudios posteriores que clarifiquen si el tratamiento de la enfermedad periodontal influye en la mejoría de la cardiovascular a largo plazo y si se produce una disminución significativa de eventos y de mortalidad.
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