Bueno, pues después de un cierto tiempo sin tocar la alimentación, hoy he decidido volver a meterme en este berenjenal tras leer un interesante artículo publicado en el 2015 que me ha hecho reflexionar.
Voy a contar primero por encima el contenido del artículo y después iré con las reflexiones.
Inicialmente, los autores del artículo hacen una introducción destacando los estudios realizados que relacionan los componentes de la dieta con un envejecimiento saludable y los que aconsejan el ayuno o restricción calórica como medida para aumentar la resistencia al estrés. Entendemos resistencia al estrés como la capacidad de nuestro organismo para combatir ataques internos y externos asociados con el envejecimiento. También destacan que el ayuno intermitente ha demostrado, en roedores, ser protector contra la enfermedad neurodegenerativa, el cáncer, las enfermedades cardiacas y la diabetes. En humanos se ha estudiado con ayunos menos severos y también se han encontrado efectos beneficiosos en los niveles de glucosa, insulina, proteína C reactiva, presión arterial, inmunidad y favoreciendo la muerte de células cancerosas.
Los autores del estudio, ante la dificultad de llevar a cabo ayunos prolongados en la población, diseñan una dieta que replica los efectos del ayuno en diferentes parámetros, como son los bajos niveles de glucosa y de factor de crecimiento insulínico tipo 1 (IGF-1), así como los niveles elevados de cuerpos cetónicos y de IGFBP-1. Utilizan esta dieta en roedores y también en un estudio piloto con 39 humanos (19 de los cuales con una dieta menos severa, adaptada).
En la realizada en roedores, demuestran un aumento en su expectativa de vida, disminución de la grasa visceral, de la incidencia de cáncer, de lesiones en la piel, un rejuvenecimiento del sistema inmune, un retardo de la osteoporosis, un aumento de la neurogénesis en el hipocampo y una mejoría de la función cognitiva.
En el estudio piloto, realizado en humanos, demuestran un descenso de los factores de riesgo y de los biomarcadores asociados al envejecimiento, de la incidencia de diabetes, enfermedad cardiovascular y de cáncer, sin efectos secundarios importantes.
Posteriormente, el mismo grupo de trabajo publica, este año en Science Translational Medicine, otro estudio en el que amplía a 71 individuos el número de individuos que siguen la misma dieta que el estudio piloto. Observan que en este grupo se produce una bajada de peso y de grasa corporal, desciende la presión arterial y el IGF-1 (implicado en el envejecimiento y enfermedades asociadas). También se produjo un descenso de la glucosa en sangre, de triglicéridos, colesterol total, LDL-colesterol y de la proteína C-reactiva (un marcador de inflamación). Estos efectos beneficiosos fueron mayores en los sujetos que presentaban un riesgo aumentado al inicio del estudio.
Ahora vamos con las reflexiones.
Culturas milenarias, como la India, promueve la práctica del ayuno por motivos religiosos y como medida para mejorar la salud física y psíquica de las personas. Los nativos americanos de Méjico y Perú, los antiguos egipcios, persas, babilonios y asirios, incluso el hombre primitivo lo practicaban por diferentes razones. La mayoría de religiones (cristianismo, el judaísmo, el islam, el confucionismo, el hinduismo, el taoísmo y el jainismo) han asociado el ayuno a una forma de purificación. También en diferentes ceremonias de iniciación y rituales (ceremonias aztecas, de caballería en la edad media, normandos antes de la batalla, danza de la serpiente de los indios Hopi de norteamérica) el ayuno cobra un papel prominente. Es decir; la práctica del ayuno elegido es tan antiguo como la humanidad.
Por otra parte, el ayuno impuesto, ha sido la norma durante toda la historia de la evolución humana. En la gran mayoría de su historia y aún en la actualidad en algunas zonas del planeta, el hombre ha comido cuando ha podido. Cuando ha tenido alimentos. Esto significa que en ocasiones, pasaban no sólo muchas horas sino también muchos días sin comer prácticamente nada y esto ha ocurrido en más del 99% de tiempo de la evolución del hombre.
¿No es, por lo tanto, lógico pensar que nuestro cuerpo se encuentra mucho más adaptado a esos periodos prolongados de ayuno que a la abundancia actual de alimentos en las sociedades desarrolladas? Como consecuencia de esa adaptación evolutiva, ¿no es más lógico pensar que estamos más adaptados a pasar muchas horas sin comer que a hacer 5 comidas al día?
Es no sólo posible sino probable que dicha adaptación signifique que nuestro cuerpo necesite esos períodos de ayuno para funcionar mejor.
Se ha aconsejado y hablado mucho (yo mismo lo he hecho) de los efectos beneficiosos de realizar 5 comidas al día con el fin de mantener niveles de glucosa en sangre bastantes constantes, evitar picos de secreción de insulina y que nuestro cuerpo entre en modo de ahorro de energía. Hoy por hoy (al menos hasta los que yo conozco), no existen estudios significativos que relacionen esta forma de alimentación con una mayor expectativa de vida, con la salud cardiovascular o con el envejecimiento saludable.
Hace poco tiempo, ya escribí un post sobre los efectos beneficiosos de reducir o incluso saltarnos la cena y las posibles explicaciones para esos efectos. Cada vez le encuentro más sentido a emplear el ayuno, no solo como una medida de prevención cardiovascular, sino como un comportamiento saludable en su conjunto.
Aunque que queda mucho camino que recorrer y las evidencias más significativas se han encontrado en estudios realizados en roedores (1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10,…), cada vez existen más indicios que apoyan que, también en humanos, diferentes pautas de ayuno se asocian con una vida, no sólo más prolongada, sino también más saludable.
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