El pasado 7 de marzo se publicó en la revista Journal of the American Medical Association, un estudio que trata de analizar que repercusión tienen 10 elementos de la dieta en lo que los autores denominan mortalidad cardiometabólica, en los estadounidenses durante el año 2012.
Los elementos analizados han sido previamente vinculados con la salud cardiovascular en múltiples estudios previos. Se estudió el consumo de frutas, verduras, cereales, nueces / semillas, carne roja sin procesar, carne procesada, bebidas azucaradas, grasas poliinsaturadas, pescados ricos en omega-3 y sodio.
Se definió muerte cardiometabólica la acontecida a causa de una enfermedad cardiaca, un ictus o por diabetes tipo 2. Se estimó que el 45% de todas estas muertes estaban asociadas con alguna alteración de dieta relacionada con estos 10 elementos.
La mayor mortalidad fue la producida por una enfermedad cardiaca (72%), seguidas por el ictus (18%) y la diabetes (10%). Concluyeron que un elevado consumo de sal fue el factor más influyente, con un 9.5% de la mortalidad cardiometabólica. En segundo lugar (8.5%) un bajo consumo de nueces y semillas. Posteriormente un elevado consumo de carnes altamente procesadas (8.2%), bajo consumo de pescados con omega-3, escasa ingesta de verduras (7.6%) y de frutas (7.5%) y finalmente con elevado consumo de bebidas azucaradas (7.4%).
Los autores compararon con los datos del 2002 y encontraron que se había producido una significativa mejoría, disminuyendo las muertes cardiometabólicas en un 26.5%, principalmente debido a un aumento del consumo de grasas poliinsaturadas, de las nueces y semillas, de la carne no procesada y un descenso de las bebidas azucaradas.
Aparentemente, existirían factores muy delimitados de la alimentación que serían perjudiciales y otros en cambio que serían claramente beneficiosos. Por lo tanto, basándonos en estos hallazgos, a priori sería relativamente fácil modificar esos alimentos de nuestra dieta para así poder mejorar nuestra salud cardiometabólica y aumentar nuestra esperanza de vida.
Pero, lamentablemente, pienso que no es todo tan fácil, ni que esta visión simplista de la nutrición como factor de riesgo o protector de nuestra salud sea real. Los que nos interesamos o dedicamos de alguna forma a la nutrición somos proclives a encontrar explicaciones claras que conduzcan a una alteración significativa del parámetro que queramos modificar, ya sea la salud cardiovascular, “cardiometabólica” o el peso de los individuos. Deseamos poder decir a nuestros pacientes: no comas de esto o de aquello o, al contrario, aumenta el consumo de estos alimentos y mejoraras tu salud a la vez que prevendrás la obesidad.
Pero en la nutrición intervienen tantos elementos que no llegamos a comprender totalmente, que hace muy difícil dar pautas claras que puedan conducir a un resultado determinado. No sólo influye lo que comemos, sino también factores propios del individuo (factores genéticos), cambios en la respuesta del organismo a la modificación de la dieta, el microbioma, el ejercicio físico y seguro que algunos otros que aún no conocemos.
Para ilustrar esto voy a poneros algunos ejemplos:
Recientemente, un estudio canadiense nos refleja lo realmente difícil que es que la población cambie su dieta a gran escala y por un prolongado espacio de tiempo. En este estudio se educaba a los participantes en cuales eran los alimentos recomendables. Se les seguía estrechamente (1 vez por semana) y además a uno de los grupos se le suministraban dichos alimentos de forma gratuita. Pues finalmente, después de seis meses, sólo se conseguía un ligero aumento del consumo de los alimentos no sólo recomendados sino también suministrados. Pasados estos seis meses no existieron diferencias significativas en cuanto a peso, perímetro abdominal ni tensión arterial. Sólo se evidenció un descenso de 1 Kg de peso.
El reputado médico investigador Dr. Salim Yusuf, en el CardioUpdate de febrero de este año en Suiza, basándose en el estudio PURE, de 140.000 individuos en 17 países, viene a reforzar la idea de que el hecho de demonizar a las grasas y sustituirla por hidratos de carbono en la dieta ha sido uno de los más graves errores de las sociedades científicas, ya que ha provocado un aumento de la enfermedad cardiovascular. Las grasas, en el peor de los casos tienen un efecto neutro (saturadas y poliinsaturadas), mientras que las monoinsaturadas tiene un efecto beneficioso. En cambio, el aumento de los hidratos de carbono ha tenido un efecto claramente perjudicial.
También, en la misma exposición, se pregunta que de dónde ha salido la idea de que hay que comer cinco raciones de frutas y verduras al día. Según los datos obtenidos en su estudio las frutas y verduras tienen un efecto neutral. También llama la atención de que la literatura que apoya el consumo de estas se apoya en bases inconsistentes.
Por otra parte, numerosos nutricionistas, cardiólogos y sociedades científicas están cambiando las recomendaciones sobre un excesivamente bajo aporte de sal a la dieta. Así, por ejemplo la World Heart Federation, la European Society of Hypertension y la European Public Health Association en sus recomendaciones de enero de este año aconsejan reducir la ingesta de sodio a no más de 5 gramos al día y cambia, por lo tanto, la recomendación previa de tomar entre 3 y 5 gr. al día, ya que no existe una base científica sólida que lo justifique.
Por último, cada vez se elevan más voces cualificadas contra las bebidas azucaradas en nuestras dietas que actualmente suscitan mucha más preocupación que las grasas o la sal.
Por lo tanto, si las grasas que antes teníamos que evitar y ahora consumir; las verduras y frutas que eran lo más saludable de la dieta y ahora parecen tener un efecto neutro; la sal que antes había que evitar, ahora es permitida y ni siquiera los refrescos parecen saludables, es comprensible que la población a la que nos dirigimos interprete todas estas nuevas recomendaciones como modas pasajeras y les presten exactamente esa atención: la misma que a las modas.
En conclusión:
En mi opinión, deberíamos ser más cuidadosos con las recomendaciones sobre aspectos de la nutrición.
Tomemos las cosas con calma y perspectiva, ya que lo que hoy es nocivo para nuestra salud mañana puede ser cardiosaludable y viceversa. Principalmente para no repetir errores del pasado (primum non nocere) y para que nuestras opiniones puedan ser tenidas en cuenta.
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