Cuando un paciente acude a la consulta porque se marea, lo más importante para el médico es conocer las características de ese mareo, ya que el origen puede ser diferente y también la gravedad.
Los mareos más frecuentes nos los cuentan como:
1. “Noto que todo me da vueltas”: Esto es lo que llamamos un síndrome vertiginoso y su origen más frecuente son problemas en el laberinto del oído interno. Es un cuadro muy molesto y que en ocasiones llega a impedir la realización de cualquier actividad. Se acompaña frecuentemente de náuseas y vómitos. No suele revestir gravedad.
2. “Pierdo la visión cuando me levanto bruscamente” o “Perdí el conocimiento al levantarme”: En esta ocasión estamos ante un ortostatismo. Se produce porque al levantarse bruscamente, por efecto de la gravedad, la sangre se acumula en las partes inferiores y la presión arterial cae. Las arterias tienen que reaccionar entonces rápidamente, contrayéndose para aumentar la presión y aportar suficiente sangre al cerebro. Se produce normalmente en personas con cifras bajas de tensión, hipertensos en tratamiento con fármacos y ancianos. En los dos últimos grupos los mecanismos de respuesta arterial están enlentecidos. Este es también un problema que no reviste gravedad y de fácil tratamiento.
3. “Siento una sensación constante de inestabilidad”: Cuando un paciente nos refiere esto, los médicos nos echamos a temblar; no por la gravedad del cuadro, ya que normalmente no la tiene, sino por la dificultad en encontrar la causa del mismo y por lo tanto la imposibilidad de ofrecer un tratamiento eficaz. Este apartado es un cajón de sastre en el que muchas veces no encontramos la razón. En ocasiones pueden ser debidos a problemas del oído e incluso cerebrales.
4. «Siento mareo y sensación de pérdida momentánea de visión durante bastante parte del día»: En esta ocasión, los síntomas suelen estar asociados a cifras de tensión arterial inusualmente bajas para el paciente, ya sea por el inicio de tratamiento para la hipertensión, por el aumento del mismo o por tratarse de pacientes con cifras de tensión normalmente bajas y que, por alguna circunstancia baja más (calor, deshidratación, problema gastrointestinal, etc).
5. “De repente, perdí el conocimiento y los que me vieron me dijeron que tuve fuertes contracciones en todo el cuerpo”: En este caso hay que investigar la posibilidad de que sea una crisis epiléptica. Deberemos consultar lo antes posible al neurólogo, que realizará un estudio completo y nos prescribirá el tratamiento correcto para prevenir nuevos episodios.
6. “Siento que me mareo y a los pocos segundos pierdo el conocimiento”: Siempre que ocurre una pérdida completa de consciencia decimos que ha ocurrido un síncope. Si el episodio se precede de sensación de que te vas a marear, que ocurre poco antes de perder el conocimiento, estaremos ante lo que llamamos un síncope vasovagal, neuromediado o vulgarmente llamado, una lipotimia.
Es un cuadro de muy bajo riesgo, exceptuando los traumatismos resultantes de la caída por la pérdida de consciencia, que pueden ser graves. Estos cuadros se suelen acompañar de sudoración y están desencadenados por cosas tan diversas como una extracción de sangre o poner una inyección; un dolor importante; la visión de la sangre, propia o ajena; la micción o defecación; una gran impresión, permanecer largo tiempo en pie y quieto, etc.
Se produce por un estímulo inadecuado de uno de nuestros sistemas nerviosos autónomos: el vagal o parasimpático.
Tenemos dos sistemas diferenciados:
- El adrenérgico o simpático, que predomina durante el día, mediado por la adrenalina.
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El vagal, que predomina durante la noche, mediado por la acetilcolina.
Mientras que la adrenalina provoca aumento de nuestra frecuencia cardiaca y de nuestra tensión arterial, la acetilcolina tiene justo el efecto contrario, disminuye nuestras pulsaciones y nuestra tensión. Al producirse ese estímulo vagal inadecuado nuestra frecuencia cardiaca y tensión arterial caen bruscamente. La sangre que llega a nuestro cerebro disminuye de forma muy importante y ocasiona la pérdida de consciencia.
Por eso, a los pacientes que presentan este tipo de síncopes, siempre les aconsejamos que, cuando noten que empiezan a marearse, se sienten y bajen la cabeza entre las piernas o mejor aún, que se tumben y mantengan las piernas levantadas apoyadas contra una pared o sujetas por alguien.
6. “Por lo visto perdí el conocimiento, pero no me acuerdo de nada”: en la mayoría de estas ocasiones no existe un mareo previo que alerte al paciente y suelen presentar un importante traumatismo a resultas de la caída, viniendo muchas veces con fuertes golpes en la cabeza. Esto debe alertar al médico ante la existencia de un posible síncope cardiogénico (problema del corazón) debido a una importante alteración del ritmo cardiaco o incluso a una parada cardiaca. En ocasiones estos cuadros se acompañan de relajación de esfínteres (orinarse) y movimientos anormales (aunque no convulsiones). La sospecha diagnóstica aumenta cuando se producen tras la aparición de dolor torácico, de importante falta de respiración, de palpitaciones o durante la realización de un esfuerzo físico. Este cuadro es grave y el paciente debe acudir inmediatamente al médico.
En conclusión: aunque el mareo es un síntoma que frecuentemente no reviste gravedad, existen unos pocos, asociados a pérdida de conocimiento, que precisan un diagnóstico y tratamiento precoz.