Cada vez conocemos un mayor número de factores que pueden influir en nuestra salud cardiovascular, además de los muy estudiados y conocidos factores de riesgo “mayores” como son el tabaquismo, la hipertensión, la diabetes y la hipercolesterolemia.
En este espacio os he contado la influencia de otras circunstancias en nuestro riesgo cardiovascular. Os he hablado de:
- la dieta
- el sedentarismo
- la obesidad
- el estrés
- las alteraciones del sueño
- la soledad
- la marginación social
- el exceso de trabajo
- el divorcio
- los climas fríos
- la gripe
- la periodontitis
- el consumo de drogas
… y también os hablé del ruido.
En el post de hoy vuelvo a comentaros la influencia del ruido en nuestra salud cardiovascular a raíz de una revisión publicada en el Journal of the American College of Cardiology este mismo mes.
El ruido se asocia a una sensación de molestia persistente, ansiedad, depresión y estrés crónico, que dificulta el sueño y el descanso en general. Produce la activación del sistema nervioso autónomo y del sistema hormonal, con la liberación de sustancias vasoactivas y perjudiciales como el cortisol y la adrenalina. Todo ello aumenta la presión arterial, los niveles de glucosa, el nivel de lípidos de la sangre (colesterol), la viscosidad de la sangre y activa la coagulación.
Los mecanismos moleculares de estas alteraciones no se conocen al completo pero se cree que se produce una disfunción del endotelio arterial principalmente por estrés oxidativo y aumento de la actividad protrombótica.
Lo que sí se conoce es que el daño y disfunción del endotelio se produce de forma independiente de la sensación de percibir o no molestia derivada del ruido. Esto se ha podido comprobar en personas que duermen cerca de aeropuertos o en lugares con tráfico nocturno, en especial si duermen con las ventanas abiertas o de cara a la calle. El ruido nocturno interfiere con la caída normal de la tensión arterial que se debe producir durante la noche y por lo tanto aumenta el riesgo cardiovascular. También se ha detectado disfunción endotelial en los trabajadores en turnos nocturnos, con guardias de 24 horas o en personas con restricción crónica del sueño. Todo ello sugiere que el ruido nocturno produce un deterioro y una fragmentación del sueño, que finalmente lleva a la disfunción endotelial, arteriosclerosis y a la aparición de enfermedad cardiovascular.
También se ha demostrado que existe un aumento del riesgo cardiovascular de un 6% por cada incremento de 10 dB, partiendo desde un umbral tan bajo como son 50 dB de ruido, dependiente del tráfico rodado o de aviones, sobre todo si se trata de ruido nocturno, que se revela como especialmente peligroso. El ruido del tráfico también predispone a la aparición de una arritmia llamada fibrilación auricular, al desarrollo de insuficiencia cardiaca, obesidad, diabetes, calcificaciones de la aorta torácica, aumento de la frecuencia cardiaca basal y a la rigidez arterial
Como conclusión, decir que existen muchos factores que predisponen en mayor o menor medida a la aparición de enfermedad cardiovascular. El ruido en general y en particular el asociado a los medios de transporte (trafico rodado y aviones), sobre todo el nocturno, contribuye al riesgo de enfermedad coronaria, ictus, hipertensión arterial e insuficiencia cardiaca. Debemos hacer esfuerzos por disminuir el nivel de ruido, especialmente el nocturno, mejorando el aislamiento de viviendas y legislando de forma adecuada para favorecer la circulación de vehículos menos ruidosos, restringiendo los vuelos nocturnos y limitando emplazamiento de aeropuertos a lugares alejados de zonas de viviendas.