Aunque ya todos nos lo imaginábamos, un nuevo estudio del pasado mes de octubre publicado en JAMA internal medicine, concluye que la mortalidad cardiovascular tiene relación con la fuente de donde extraigamos las proteínas que ingerimos.
En este estudio se analizó la alimentación de 131.342 sujetos que participaban en el Nurses’ Health Study y en el Health Professionals Follow-up Study.
Las conclusiones del estudio fueron que la alimentación con gran cantidad de proteínas de origen animal (sobre todo carne roja) se asociaba a una mortalidad cardiovascular aumentada si lo comparábamos con los sujetos que ingerían un nivel similar de proteínas, pero de origen vegetal. Este aumento del riesgo cardiovascular y de la mortalidad sólo se objetivaba en los sujetos que presentaban al menos un factor de riesgo cardiovascular añadido; como por ejemplo ser fumador, un consumo importante de alcohol, sobrepeso u obesidad e inactividad física.
Por el contrario. este efecto perjudicial de las proteínas animales no se encontraba en los participantes sin ningún otro factor de riesgo.
Además, si conseguíamos sustituir la fuente de las proteínas ingeridas a proteínas de origen vegetal disminuíamos significativamente la mortalidad de ese grupo.
En conclusión: A pesar de que los humanos somos omnívoros y que necesitamos componentes vitamínicos exclusivos de las carnes animales, nuestro organismo tolera mejor una alimentación preferentemente de fuentes vegetales.
Quizá nuestros miles de años de evolución en los que la carestía de fuentes animales para nuestra alimentación ha sido la regla haya ocasionado esta adaptación.