Redundando en el post de hace un año, todos sabemos ya que el sobrepeso y la obesidad son nocivos para nuestra salud. De hecho, la Organización Mundial de la Salud la identifica como “un importante factor de riesgo de enfermedades no transmisibles, como:
- las enfermedades cardiovasculares (principalmente cardiopatía y accidente cerebrovascular)
- la diabetes.
- los trastornos del aparato locomotor (en especial la osteoartritis, una enfermedad degenerativa de las articulaciones muy discapacitante)
- algunos cánceres (del endometrio, la mama y el colon).
El riesgo de contraer estas enfermedades no transmisibles crece con el aumento del índice de masa corporal (IMC).
La obesidad infantil se asocia con una mayor probabilidad de obesidad, muerte prematura y discapacidad en la edad adulta. Pero además de estos mayores riesgos futuros, los niños obesos sufren dificultad respiratoria, mayor riesgo de fracturas e hipertensión, y presentan marcadores tempranos de enfermedad cardiovascular, resistencia a la insulina y efectos psicológicos”.
Pero también sabemos que predispone o empeora la hipertensión y la apnea del sueño, favorece la aterosclerosis, la resistencia a la insulina, la aparición de diabetes y de síndrome metabólico.
Entonces parece que está claro que la obesidad es mala para todo, ¿verdad? Pues no está tan claro.
De ahí lo de “paradoja”.
Diversos estudios (1,2,3,4) realizados desde 2001 apuntan a que los pacientes con insuficiencia cardiaca, con mayor IMC y especialmente los obesos (IMC>30) presentan una menor mortalidad que los que tienen un peso normal, siendo los que tienen bajo peso (IMC<18,5) el grupo de mayor mortalidad.
Pero, si la obesidad empeora muchos conocidos factores de riesgo cardiovascular, ¿cómo es posible que los pacientes obesos con insuficiencia cardiaca vivan más tiempo?
Existen varios intentos de explicación de esta paradoja de la obesidad. Desde que lo realmente importante para valorar el riesgo de la obesidad no es el IMC sino la obesidad abdominal o la relación entre la masa magra y la masa grasa, hasta la que considero que mejor explica esta circunstancia y es la siguiente.
No se trata de que los pacientes obesos estén protegidos de alguna forma contra el empeoramiento de la insuficiencia cardiaca y la mortalidad por esa causa, sino que la misma insuficiencia cardiaca produce pérdida de peso que es mayor cuanto más grave es.
Los médicos hablamos desde hace muchos años de la caquexia cardiaca que era la delgadez extrema que presentaban los pacientes en insuficiencia cardiaca en los últimos estadíos de la enfermedad. Representa un problema generalizado caracterizado por un estado catabólico con alteraciones neurohormonales, aumento de la quema de calorías, anorexia (falta de apetito) y un déficit de absorción de nutrientes.
Aún hay mucho por estudiar al respecto y probablemente debamos cambiar la forma de determinar los estados nutricionales de la población, dando un mayor protagonismo a la obesidad abdominal y a la relación masa magra – masa grasa, en detrimento de la índice de masa corporal y quizá los datos de nuevos estudios terminen de aclarar esta paradoja.
Pero, mientras tanto y en el estado actual de nuestros conocimientos, la obesidad sigue siendo un problema serio para nuestra salud. Probablemente los obesos no viven más porque su obesidad les protege, sino simplemente porque su insuficiencia cardiaca no es tan grave y no le ocasiona una pérdida importante de peso.