De todos es conocido la gran importancia de la dieta en la prevención de problemas cardiovasculares y para mantener una buen salud en general. Pero no sólo tiene gran importancia en la población adulta sino también en nuestros niños y adolescentes.
Según un estudio presentado en Congreso cardiovascular canadiense de este año, los adolescentes que comían con al menos un miembro adulto de la familia y sobre todo aquellos que lo hacían más frecuentemente, presentaban un menos Índice de masa corporal, mejor relación entre el diámetro de la cintura y la cadera, menor colesterol total y no-HDL colesterol y menor presión arterial que los adolescentes que comían sólos con mayor frecuencia. El mayor beneficio se observó en aquellos que cenaban acompañados de un familiar seis o siete veces a la semana.
La explicación de esta circunstancia podría ser que los adolescentes, cuando están sólos, suelen comer cualquier cosa que tengan a mano, de la forma más rápida posible, sin tener en cuenta las características nutricionales de los alimentos que consumen. En cambio, cuando se encuentran en compañía de adultos, consumen alimentos parecidos a los de ellos que están por lo general más sensibilizados de la importancia de una correcta alimentación.
Sin embargo no se detectaron diferencias en aquellos que comían en restaurantes con más frecuencia. Lo cual es sorprendente si tenemos en cuenta que las comidas de los restaurantes son, por lo general, más abundantes en azúcar, sal y calorías que las de casa. Es cierto; que existe la posibilidad de que el aumento de riesgo que no se percibe en el momento actual si se detecte con el paso de los años.
Capaz vez todos los especialistas están más de acuerdo que los comportamientos, también alimenticios, adquiridos en la infancia tienen una gran repercusión en el desarrollo de problemas de salud en el futuro. Todos ellos destacan la importancia de sentarse a cenar en familia, no sólo por conseguir una mejor alimentación, sino también por otros beneficios añadidos como, por ejemplo, una reducción del estrés, lo que también es por sí mismo otro factor de riesgo cardiovascular.
En conclusión: debemos procurar que nuestros niños y adolescentes cenen en familia, no sólo por los evidentes beneficios psicológicos por la interrelación familiar y disminución del estrés, sino también por la protección frente a los factores de riesgo cardiovascular que este hábito conlleva.