Aparentemente sí. Aunque no es un tema completamente aclarado, vamos a intentar aportar datos en ese sentido.
Antes de nada, asentemos las bases.
¿Qué entendemos por frecuencia cardiaca?
Es la cantidad de veces que nuestro corazón late en 1 minuto. También lo llamamos “pulso o pulsaciones por minuto”.
¿Cómo se toma la frecuencia cardiaca?
Se cuenta la cantidad de veces que, en un minuto, palpamos el pulso en una arteria u oímos el latido de nuestro corazón.
Los lugares donde más fácilmente se palpa el pulso son la arteria radial de la muñeca y la carótida en el cuello.
Existen ocasiones en que las pulsaciones no son regulares. Cuando esto ocurre, la forma más fiable de saber la frecuencia cardiaca es oyendo y contando el latido del corazón o, si esto no es posible, palpando una arteria cercana al corazón, como es la arteria carótida. Es lo que llamamos “pulso central”.
¿De qué depende nuestra frecuencia cardiaca?
En condiciones normales, el corazón late más rápido cuando necesitamos más aporte de sangre a determinados órganos; por ejemplo cuando hacemos deporte o durante la digestión. La frecuencia cardiaca también aumenta en determinadas circunstancias: con la fiebre, si sentimos dolor, si estamos nerviosos, si tenemos anemia, en las alteraciones del tiroides (hipertiroidismo), etc.
Independientemente de estas situaciones en las que nuestras pulsaciones responden a diferentes estímulos, la frecuencia cardiaca basal también se ve influida por condicionantes genéticos (localizados en el cromosoma 4q) y adquiridos que la aumentan: el sobrepeso, la hipertensión, el tabaquismo y el consumo de alcohol.
Ahora vamos al tema que nos ocupa
Por una parte, sabemos que los mamíferos de menor tamaño presentan una mayor frecuencia cardiaca y una menor esperanza de vida. Por ejemplo, el ratón con 500 – 600 pulsaciones por minuto tienen una supervivencia de uno a dos años.
En cambio, los mamíferos de mayor tamaño, como el elefante o la ballena, con sus 20 – 30 latidos por minuto, viven más de 60 años.
Con todos estos datos, se ha establecido una relación semi-logarítmica inversa entre la frecuencia cardiaca y la expectativa de vida. Es decir, a mayor frecuencia cardiaca menor esperanza de vida y viceversa.
En el caso de los humanos, nuestra frecuencia cardiaca es mayor durante la infancia, va disminuyendo en la adolescencia y se estabiliza a partir de los 20 años en una media de 70 latidos por minuto. A principios del siglo XX sólo vivíamos 35 años, lo que se corresponde con la relación de frecuencia cardiaca alta – esperanza de vida baja. Actualmente vivimos alrededor de 80 años, no por haber disminuido nuestra frecuencia cardiaca, sino por el desarrollo socio-económico y cultural.
Bueno… está bien. Los mamíferos más grandes viven más tiempo y tienen menos pulsaciones. Pero, ¿quiere eso decir que la frecuencia cardiaca tiene que ver con la expectativa de vida o son sólo dos cosas que simplemente van parejas?
Se ha demostrado que un ejercicio moderado realizado con regularidad, disminuye la frecuencia cardiaca en reposo y aumenta la esperanza de vida. Por otra parte, los pacientes que han padecido un infarto de miocardio y los que tienen insuficiencia cardiaca viven más si se les trata con unos medicamentos que disminuyen la frecuencia cardiaca.
Numerosos estudios médicos han demostrado una correlación inversa entre la frecuencia cardiaca y la esperanza de vida (*)
Entonces… si con frecuencias cardiacas bajas vivimos más tiempo, ¿se debe tratar a todas las personas que tengan frecuencias cardiacas elevadas para disminuirla aunque no tengan ninguna enfermedad del corazón?
No existe ningún estudio en humanos realizado al respecto. Se han realizado estudios con monos que demuestran que si se les disminuye la frecuencia cardiaca desarrollan menos aterosclerosis (un importante indicador de envejecimiento).
En conclusión: en la actualidad no se recomienda dar medicamentos para bajar la frecuencia cardiaca a personas sanas, aunque tengan frecuencias cardiacas altas. Sí es recomendable descartar y tratar problemas que puedan ser los responsables de ese aumento de las pulsaciones en reposo.
(*) 1. Resting heart rate as a predictive risk factor for sudden death in middle-aged men
- Heart-Rate Profile during Exercise as a Predictor of Sudden Death
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Temporal Changes in Resting Heart Rate and Deaths From Ischemic Heart Disease
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Resting Heart Rate as Predictor for Left Ventricular Dysfunction and Heart Failure
MESA (Multi-Ethnic Study of Atherosclerosis)