Cada contracción de nuestro corazón nace de un estímulo bioeléctrico generado en unas células localizadas en la aurícula derecha. Estas células tienen la capacidad de generar impulsos eléctricos rítmicos que posteriormente se dirigen a la otra aurícula, originando la contracción de ambas en un primer momento, para posteriormente conducirse hasta los ventrículos generando también su contracción y el latido cardiaco propiamente dicho.
Por lo tanto, la capacidad de que nuestro corazón lata rítmicamente depende que de los estímulos eléctricos que llegan a los ventrículos desde las aurículas sean también regulares y organizados.
En la fibrilación auricular las aurículas dejan de contraerse de forma efectiva y rítmica. Durante esta alteración del rito cardiaco o arritmia, el estímulo eléctrico las recorre de una forma desorganizada y continua, sin ser capaz de producir la contracción real de las mismas en ningún momento. De la misma forma, los impulsos que llegan a los ventrículos desde las aurículas son desorganizados produciendo latidos cardiaco irregulares.
La fibrilación auricular es una alteración muy frecuente del ritmo cardiaco. Se estima que el 4.4% de la población española de más de 40 años la padece y su incidencia aumenta de forma progresiva a partir de los 60 años. Se estima que 1.000.000 de personas padece esta arritmia en nuestro país, 90.000 de ellas sin diagnosticar (*).
Los principales riesgos de esta alteración del ritmo cardiaco son de dos tipos:
– Los derivados de una frecuencia cardiaca muy elevada que puede ocasionar un cuadro de insuficiencia cardiaca o de angina de pecho.
– Los derivados de la formación de trombos o coágulos de sangre en el interior de esas aurículas que no se contraen de forma efectiva, dando la posibilidad de que se desprendan de su localización, salgan del corazón via arterial y lleguen a enclavarse en diferentes localizaciones del cuerpo (principalmente el cerebro) interrumpiendo el paso de sangre y produciendo el temido ictus o accidente cerebrovascular.
Por lo tanto, el tratamiento de esta arritmia tendrá una doble finalidad:
– El control del ritmo cardiaco, bien restaurando el ritmo normal o logrando controlar la frecuencia cardiaca mediante los fármacos adecuados o mediante procedimientos invasivos (cateterismo cardiaco o cirugía).
– Disminuyendo la capacidad de la sangre para formar trombos con anticoagulantes (sintrom, heparina, NACOs,…) para prevenir la existencia de embolias y por lo tanto de ictus.
En conclusión: la fibrilación auricular es la arritmia que más trascendencia tiene en la consulta de cardiología, dada su elevada prevalencia y sus eventualmente graves consecuencias.
(*) Estudio OFRECE