Innumerables veces he recibido a pacientes en mi consulta que atribuyen el estar gordos a no hacer ejercicio. Otros piensan que han engordado últimamente porque lo han dejado de hacer o porque ya no hacen tanto como antes. También hay otros que se proponen comenzar a hacer ejercicio, como una medida eficaz para perder peso.
Pero… ¿que hay de cierto en todas estas ideas?
Pues realmente muy poco. El papel del ejercicio en la pérdida de peso es muy pequeño y en ocasiones nulo.
Es absolutamente cierto que el ejercicio físico moderado es muy beneficioso para la salud y mucho más efectivo que cualquier pastilla que se le pueda recetar.
El ejercicio físico previene algunos tipos de cáncer, ayuda a controlar la presión arterial, el colesterol, los triglicéridos y el azúcar en sangre. También disminuye la aparición de ictus e infartos. Mejora el sueño, el estado de ánimo, la función cognitiva y la atención. Pero, lamentablemente, no es útil como medida para perder peso.
El ejercicio físico, y ahí incluimos cada movimiento que hacemos durante el día; no sólo cuando nos ponemos a caminar o correr, representa solamente entre un 10 y un 30% del gasto total de energía diario. Un 10% se utiliza en la digestión y todo lo restante en el metabolismo basal; es decir en mantener el cuerpo funcionando.
Por otras parte, también hay estudios que apoyan la idea de que el gasto de energía derivado del ejercicio puede tener un límite, tras el cual dicha pérdida es mínima
Además, existen mecanismos compensadores que hacen que esa pequeña pérdida de energía relacionado con el ejercicio físico se vea disminuida o incluso totalmente contrarrestada.
Se ha demostrado, que un individuo que comienza un programa de intenso ejercicio físico, posteriormente, cuando no hace ejercicio consume menos energía que la consumía previamente a comenzar el programa de ejercicio. Esta circunstancia se puede explicar por una disminución del metabolismo basal compensador o porque tras la realización del deporte disminuimos nuestra actividad física normal de forma inconsciente (posiblemente por el cansancio previo). De forma similar, tras la realización de un ejercicio físico programado también solemos aumentar la cantidad de comida que ingerimos, bien porque tenemos más hambre o porque sobrestimamos la energía que hemos perdido con el ejercicio y entonces nos relajamos algo con la alimentación.
Lo cierto es que nuestro cuerpo lucha contra nuestra pérdida de peso mediante varios mecanismos fisiológicos aún no bien comprendidos.
De esta manera, puedes hacer un ejercicio prolongado, durante horas y eliminar su efecto totalmente después en cinco minutos tras una ración de pizza o un helado.
Por lo tanto, no se debe de entender el ejercicio físico como una forma efectiva de perder peso, sino como una pieza fundamental en nuestra salud y que debe complementarse necesariamente siempre con una dieta adecuada.