Como es bien conocido, los beneficios del deporte para nuestra salud son incuestionables. Disminuye a la mitad la posibilidad de padecer un infarto de miocardio, disminuye la aparición de algún tipo de cáncer, es beneficioso para la depresión y aumenta no sólo la expectativa de vida sino la calidad de la misma.
Sin embargo, existen estudios que alertan ante la posibilidad de que la realización de ejercicio físico de muy alta intensidad pudiera ser perjudicial. Yo mismo he publicado varios post al respecto previamente (1, 2 y 3)
Desde hace tiempo, existen evidencias que el deporte de alta intensidad se asocia a la aparición de un tipo de arritmia frecuente en personas de edad avanzada, llamada fibrilación auricular (1 y 2). Esta arritmia llega a presentarse hasta en un 15% de la población mayor de 80 años. Está causada frecuentemente por la hipertensión, la enfermedad coronaria y se asocia frecuentemente al sobrepeso y obesidad.
Aprovecho hoy para escribir de este tema que preocupa a los deportistas a raíz de una revisión al respecto publicada el mes pasado en el European Journal of Preventive Cardiolology.
En la revisión se encuentra una relación en “J” entre la cantidad de ejercicio realizado y la posibilidad de aparición de este tipo de arritmia. Así, el riesgo mínimo para la aparición de esta arritmia se encuentra en personas que realizan un ejercicio físico ligero o moderado. La población sedentaria tendría un riesgo intermedio y se asocia un riesgo aumentado a los deportistas de alta intensidad, particularmente en aquellos con más de 2.000 horas de ejercicio intenso acumuladas durante su vida.
En un meta-análisis se encontró que los deportistas de resistencia tenían un riesgo 5.3 veces mayor de presentar fibrilación auricular. Si tenemos cuenta que el riesgo asociado a la hipertensión (el factor de riesgo más frecuente para esta arritmia) es de sólo 1.42 veces mayor, podemos decir que este tipo de deporte aumenta importantemente el riesgo de presentarla.
La razón de la asociación del deporte y este tipo de arritmia se relaciona con un aumento anormal del tono vagal, lo que condiciona un acortamiento del periodo refractario auricular, facilitando re-entradas o también en una activación anormal del sistema adrenérgico, que también puede facilitar la aparición de arritmias auriculares y ventriculares.
El sustrato anatómico se basa en una dilatación y remodelación auricular, que incluye la existencia de inflamación y depósito de colágeno.
También, recientemente, se ha descrito un nuevo síndrome de fibrilación auricular paroxística en atletas jóvenes y de mediana edad (PAFIYAMA). Todo ello nos lleva a pensar en el corazón de atleta como proarrítmico o propenso a sufrir arritmias.
Por otra parte, la protección a la aparición de fibrilación auricular asociada a la realización de un deporte moderado puede estar en relación con una mejora de la función sistólica y diastólica y/o la disminución de la rigidez arterial. Sin embargo, esa protección no es universal para todo tipo de deporte, ya que por ejemplo, el fútbol americano se asocia a hipertensión arterial, hipertrofia concéntrica del ventrículo izquierdo y muerte cardiaca prematura.
Finalmente, contestando a la pregunta que titula este post, la respuesta es probablemente no. El deporte ha demostrado ser globalmente beneficioso para nuestra salud. Aunque parece que como con todo en esta vida, en la moderación está la clave.