La soledad y el aislamiento social aumenta el riesgo de padecer un primer evento coronario (angina de pecho, infarto) y de accidente cerebrovascular (ictus).
Ya sabíamos por estudios previos que la soledad, en personas mayores, empeoraba su clase funcional y aumentaba su mortalidad.
También conocíamos que los pacientes con malas relaciones sociales que habían presentado un evento cardiovascular tenían más riesgo de padecer otro y también presentaban un peor pronóstico que los se sentían felices con su vida social y familar.
Un reciente meta-análisis, que revisa 23 artículos, estima que el riesgo de padecer un problema coronario aumenta un 29% y el de un accidente cerebroscular un 32% en las personas solitarias, con malas relaciones sociales, con respecto a los individuos con una vida social activa.
Este aumento del riesgo es comparable al de otros factores de mal pronóstico bien establecidos como son la obesidad y el sedentarismo.
Aún no es posible saber si actuando sobre este aislamiento podremos disminuir el riesgo cardiovascular de estas personas, aunque existen muchas posibilidades de que así sea.
Todos estos datos nos llevan a afirmarnos en la conclusión de los hombres, como el resto de los mamíferos, necesitamos vivir en comunidades y sentirnos parte de un grupo para preservar no sólo nuestra salud física, sino también para considerarnos felices.
Con respecto a esta última afirmación, os remito a una de las mejores charlas TED que he visto, en la que nos damos cuenta que ni el dinero, el poder, la educación, el respeto social o cualquier otra consideración tienen un valor comparable a una buena vida social y familiar para hacernos sentir felices.