Pues tras el periodo vacacional, de merecido descanso, retomo la actividad del blog.
En esta ocasión, con un tema no puramente cardiológico pero que también tiene repercusión en problemas cardiacos específicos y sobre todo, de interés general.
¿Quién de nosotros no ha oído esa recomendación de que hay que beber 2 litros de agua al día o de que tenemos que beber 8 vasos diarios de agua?
Ha caído en mis manos una revisión del 2002 sobre esta cuestión, publicada en Am J Physiol Regul Integr Comp Physiol.
La verdad es que es muy instructiva, ya que inicialmente se pregunta de dónde puede haber salido originalmente esa recomendación. No encuentra ningún artículo científico serio que la avale. Aparentemente sólo se apoya en opiniones personales de comentaristas en periódicos sobre nutrición, médicos y nutricionistas, pero sin ninguna base científica real que lo sustente.
Además, la recomendación es general. Sin tener en cuenta la temperatura ni la actividad física del individuo. También y por motivos desconocidos se quitaba de la cuenta de agua ingerida la que contenía cafeína o alcohol, aunque fuera en pequeñas cantidades.
Posteriormente, se pregunta cuales son las necesidades reales de agua diarias. La media de los líquidos que consumimos están entre los 1.200 y 1.500 ml diario. A esto se le debe añadir el agua que viene con los alimentos.
Después explica qué enfermedades pueden beneficiarse de un aumento del consumo de líquidos:
– Reducción del cáncer de vejiga: No todos los especialistas están de acuerdo en esto. En todo caso, se obtendría una reducción significativa consumiendo tan sólo 1.440 ml de líquidos al día.
– Reducción de cáncer colorectal: También discutida y que se obtendría con tan sólo 5 vasos de agua al día.
– Reducción de la cardiopatía isquémica fatal: Se basa en un sólo estudio muy cuestionado, en el que un consumo menor de 2 vasos al día aumentaría el riesgo y de 5 vasos o más lo disminuiría.
– Es lógico que el aumento del consumo de agua pueda beneficiar a problemas con son los cálculos renales o las infecciones urinarias. Pero ese consumo aumentado debe de dirigirse a pacientes con dichos problemas y no tratarse de una recomendación general.
Otros posibles beneficios atribuidos al aumento del consumo de agua son:
– Pérdida de peso: No está claro que el efecto de distensión gástrica y saciedad asociado con la ingesta de agua en las comidas ocasiones una pérdida mantenida de peso.
– Estreñimiento: No se ha comprobada de una forma fiable que el aumento del consumo de líquidos proteja del estreñimiento.
– También se ha relacionado el aumento del consumo de agua, sin base fiable, con la artritis, la fatiga, migraña, lentitud de pensamiento, piel seca, tos seca, angina, hipertensión, asma, epistaxis, acné y la depresión.
Posibles riesgos de consumo excesivo de agua
Se han descrito algún caso de muerte debida a una hiponatremia severa en un sujeto con deficiencia de vasopresina, tratado con desmopresina, al que se le recomendó aumentar el consumo de agua. También en jóvenes, asociado al consumo de éxtasis, que les produce una importante sensación de sed.
Además de estos casos raros, frecuentemente existen estados prolongados de hiponatremia debidos a un consumo excesivo agua, que no producen síntomas pero que pueden llevar a complicaciones significativas.
Todos hemos oído la afirmación de que “cuando se tiene sed ya es muy tarde”
La sed aparece cuando la osmolaridad plasmática aumenta un 2%. Deshidratación se define habitualmente que comienza cuando se produce una pérdida del 3% del peso corporal, que corresponde a un aumento de la osmolaridad plasmática de un 5%. Con lo cual la sed avisa mucho tiempo antes de que se inicie la deshidratación.
Además, parece un poco de chiste que nuestra historia evolutiva nos haya diseñado con un mecanismo imperfecto de regulación de la sed que suponga que tenemos una falta crónica de agua que debe ser compensada con un consumo forzado de agua.
¿Quiere decir entonces que el mecanismo de la sed es imperfecto en todos los mamíferos y que deberíamos ayudar al resto de las especies a beber en contra de su voluntad o que es un defecto propio sólo de la especie humana?
Como conclusión: en circunstacias normales y en individuos sanos, los excelentes mecanismos regulatorios que evolutivamente poseemos sobre el control de nuestra agua corporal hace totalmente innecesario e incluso ocasionalmente peligroso forzar la ingesta de agua.