Ejercicio físico: ¿cuanto más mejor?

jogging

¿Cuanto ejercicio físico debemos hacer para mejorar nuestra salud cardiovascular? ¿Si hacemos más ejercicio tendremos más beneficios en nuestra salud?

Parece que no. Como en todas la cosas, en la moderación está la clave.

Ya disponíamos de muchos estudios que demostraban que, si bien la realización de ejercicio físico aeróbico de forma regular aumentaba no sólo nuestra supervivencia sino también nuestra calidad de vida, la realización de ejercicio físico de alta intensidad podría ser incluso perjudicial.

En 2012, un análisis retrospectivo de más de 52.000 hombres y mujeres que participaron en el Aerobics Center Longitudinal Study (ACLS), demostró que el mayor beneficio lo obtenían  individuos que corrían menos de 32 Km semanales. A partir de esa distancia, el beneficio iba disminuyendo progresivamente.

Otro estudio de Dallas, de los mismos autores, realizado dos años después, concluía que tan sólo 5 a 10 min de carrera diaria a baja velocidad, era capaz de disminuir un 45% la mortalidad cardiovascular y también un 30% la mortalidad por cualquier causa, añadiendo 3 años a la esperanza de vida.

Por otra parte, numerosos estudios han demostrado la asociación entre ejercicio físico aeróbico de alta intensidad y el aumento de riesgo de padecer fibrilación auricular.

Según un reciente estudio danés, publicado el 5 de febrero de 2015 en el Journal of de American College of Cardiology, el “Copenhagen Heart Study”, incluso las personas que realizan sólo algo de jogging a ligera intensidad, aumentan su supervivencia.

El resultado sugiere que existe un límite de ejercicio físico, traspasado el cual el beneficio se pierde y se iguala al de los pacientes sedentarios.

En este estudio definieron como jogging ligero aquel que se realizaba a baja velocidad (aproximadamente 8 Km por hora), tres veces o menos por semana, con un total de hasta 2,5 horas a la semana. Jogging moderado el realizado a una velocidad mayor, más de tres veces semanales y con un total de hasta 4 horas a la semana. Y, por último, jogging de alta intensidad el realizado a más de 11 Km por hora, más de tres veces semanales y de una duración mayor de 4 horas.

Los individuos que corrían entre 1 y 2,4 horas a la semana tenían la menor mortalidad, con una disminución de un 71% con respecto a los individuos sedentarios. Incluso los que corrían menos de 1 hora semanal reducían su riesgo en un 53%. En cambio, los que corrían más de 2,4 horas no obtenían ningún beneficio en cuanto a la disminución de mortalidad.

Aparentemente, el mayor beneficio lo obtienen los que corren 2 o 3 veces semanales. Los que lo hacen sólo 1 vez a la semana también lo obtienen, aunque en menor medida. Por otra parte, los que corren más de tres veces semanales no obtienen ningún beneficio.

En cuanto a la velocidad, son los que corren más lento los que tienen el mayor beneficio. En contraste, no se evidencia menor mortalidad en los que lo hacen a la mayor velocidad.

La conclusión de este estudio es que los corredores “ligeros” o de baja intensidad obtienen el mayor beneficio, en los “moderados” el efecto saludable disminuye, aunque aún es mejor que los pacientes sedentario y por último, los corredores de alta intensidad no experimentan ningún beneficio cardiovascular con respecto a los individuos sedentarios.

Desde otro punto de vista, es cierto que existen razones perfectamente legítimas para correr mayores distancias, a mayor intensidad o de forma más frecuente. Por ejemplo, para mejorar la salud mental, como medida de autoafirmación y mejorar la autoestima; con el fin de perder peso o incluso para poder comer mas sin ganarlo. Pero lo que parece cierto, es que estos deportista lo hacen por razones en nada relacionadas con una mejoría de la salud cardiovascular o de la expectativa de vida. Y aunque ese tipo de entrenamiento de alta intensidad pudiera ser perjudicial, el riesgo en cualquier caso sería bajo. Por lo cual, no se debe asustar a los corredores de maratón o triatletas para que dejen de practicar ese deporte, aunque sí deben saber que ese tipo de ejercicio no es especialmente saludable, cuando se realiza a largo plazo.

En conclusión: en línea con lo que ya he planteado en anteriores artículos, el beneficio cardiovascular y la disminución de la mortalidad lo obtienen los individuos que realizan ejercicio físico aeróbico ligero o moderado. Los deportistas que realizan ejercicio de alta intensidad ven desaparecer ese beneficio hasta equiparase a los individuos sedentarios.




Mi hijo practica deporte ¿Necesita un estudio cardiológico?

deporte infantil

¿Para qué debe realizarse esta valoración?

Con el fin de evitar, en lo posible, la muerte súbita del deportista.

Se ha demostrado que la población que realiza deporte competitivo tiene una posibilidad 2.5 veces mayor de presentar una muerte súbita que la población no deportista. Esta probabilidad es mucho mayor en varones que en mujeres con una proporción de entre 5-10 a 1 y es también mayor en los niños de más edad que en los más pequeños.

¿Qué deportistas deben ser evaluados antes de hacer deporte?

Todos los niños y adolescentes que realizan deportes competitivos oficiales o los que realizan deporte con alto nivel de exigencia, con el fin de mejorar sus marcas, deben someterse a este tipo de reconocimiento médico.

¿Cuando debe realizarse esta valoración?

Se tendrá que realizar antes de comenzar el entrenamiento (normalmente entre los 12 y los 14 años) y se deberá repetir cada 2 años. Se priorizará a aquellos niños y adolescentes de mayor edad (al haberse descrito incidencia superior de muerte súbita en deportistas mayores) y también a los que practican un deporte con alto componente dinámico (atletismo de fondo, fútbol, tenis…) y en los el riesgo está incrementado en caso de presentar un sincope (buceo, escalado, windsurf…)

¿Por qué se producen estos episodios de muerte súbita?

En la gran mayoría de los ocasiones se produce por problemas cardiovasculares no diagnosticados, entre los que destacan la miocardiopatía hipertrófica, las anomalías coronarias congénitas, la miocardiopatía arritmogénica del ventrículo derecho, las miocarditis, las alteraciones de la conducción cardiaca y el síndrome de Marfan.

¿Cómo se puede prevenir la muerte súbita?

La clave es diagnosticar la cardiopatía del deportista con el fin de restringir la realización de ejercicio físico o indicar qué tipo de ejercicio físico puede realizar y cual no.

¿Es efectivo esta valoración para prevenir la muerte súbita?

Sí. En un estudio italiano con más de 33.000 pacientes se demostró que se identificaban correctamente los pacientes con miocardiopatía hipertrófica y al restringirles la actividad deportiva disminuía la aparición de muerte súbita al 2%, con respecto al 7% que se registra en la población general con este tipo de cardiopatía.

¿En que consiste el estudio preparticipación deportiva?

La sociedad española de cardiología, junto a la sociedad europea de cardiología y la sociedad española de cardiología pediátrica recomiendan realizar una consulta con historia clínica, exploración física y un ECG basal de 12 derivaciones. El reconocimiento italiano (país con amplia experiencia en este campo) recomienda añadir la realización de un ecocardiograma y una prueba de esfuerzo submáxima, sobre todo con el fin de diagnosticar anomalías congénitas de las arterias coronarias y enfermedad arterial coronara precoz. En Estados Unidos, en cambio, no recomiendan siquiera la realización del ECG basal, por criterios económicos.

En conclusión: los reconocimientos de los niños y adolescentes que van a realizar deporte competitivo son efectivos para prevenir episodios de muerte súbita y deben ser realizados siempre antes del comienzo de un programa de entrenamiento.




Muerte súbita: una amenaza para nuestros deportistas

muerte súbita

Los futbolistas Yair Clavijo (2013), Fabrice Muamba (2012, milagrosamente recuperado), Piermario Morosini (2012), De Nigris (2009), Antonio Puerta y Daniel Jarque. Los fondistas Daniel Langdon, Rick Brown y John Fenlon (Carrera y Maratón), Jón Páll Sigmarsson (islandés, ganador del Hombre Más Fuerte Del Mundo en cuatro ocasiones), son sólo un ejemplo de deportistas, aparentemente sanos y entrenados, que han muerto repentinamente sin que nada haya podido prevenir el fatal desenlace.

Actualmente, se sabe que los adolescentes y adultos jóvenes que realizan algún tipo de deporte competitivo, tienen dos veces y medio más riesgo de muerte súbita que la población general. Los deportes acíclicos, es decir, con bruscos cambios de ritmo, son los que presentan mayor riesgo.

En España, hasta la fecha, no existen datos fiables pero se estima que entre 40 y 50 deportistas fallecen cada año de muerte súbita. En el 30% de ellos no es posible determinar la causa.

Recientemente ha nacido el “Estudio español de muerte súbita relacionada con el deporte” (2012) y este mismo año, la FIFA también crea un registro de muerte súbita de futbolistas. Ambas iniciativas pretenden aportar más luz sobre la magnitud del problema.

Teniendo en cuenta que incluso deportistas de élite sometidos a reconocimientos médicos exhaustivos mueren de forma súbita, debemos preguntarnos: ¿es posible prevenirla?.

Según el registro del estado español de Muerte Súbita en Deportistas, desde 1995 al 2006 se determinaron 180 casos de muerte súbita con una abrumadora mayoría de varones, en varios tipos de deportes (fútbol, ciclismo, atletismo, fútbol sala, deportes de frontón y educación física). La causa más frecuente con un 75.43% de casos en mayores de 30 años, fue la cardiopatía isquémica, es decir, el infarto de miocardio. En los menores de 30 años, en cambio, la mayoría de fallecimientos fue de origen indeterminado (27,45%), que corresponde a la llamada muerte súbita cardíaca o arrítmica con corazón estructuralmente normal. Se ha demostrado que en muchos casos la alteración se encuentra a nivel molecular, en los canales de los electrólitos que determinan el impulso cardíaco (en todos ellos se han podido demostrar alteraciones con pruebas moleculares en los canales de sodio, de potasio o de calcio). Por tanto, dichos pacientes pudieran haber sido diagnosticados previamente, bien con estudios específicos (ECG, Holter, estudios electrofisiológicos) o bien con estudios genéticos, de los que se espera que sean capaces de detectar hasta el 80% de estas alteraciones.

Desde 1971, la legislación italiana exige a todos los atletas someterse a una evaluación clínica anual para obtener la aprobación para su participación en deportes competitivos. A partir de 1982 es obligatorio que los atletas de entre 12 y 35 años pasen por un screening, que incluyen un detallado historial clínico, exámenes físicos y un electrocardiograma; si en las pruebas se descubre un problema cardíaco se impide al paciente competir. Tras 20 años de seguimiento se ha determinado que dicho screening realizado antes del desarrollo de una actividad deportiva competitiva, ha contribuido a reducir en un 89% el número de estos fallecimientos entre los atletas.

Basándose en la experiencia italiana, la Sociedad Europea de Cardiología recomienda en un documento de consenso del 2005 la realización de una evaluación de todos los atletas jóvenes que vayan a realizar un deporte competitivo, que deberá incluir, al menos, una historia clínica, una exploración física y un ECG. En los últimos años existen muchos especialistas que apoyan la necesidad de la realización también de un ecocardiograma, dada su capacidad de diagnosticar problemas potencialmente peligrosos y que de otra forma podrían pasar inadvertidos.

Por el contrario y aunque resulte llamativo, el papel de la prueba de esfuerzo en la valoración de deportistas en estudios pre-participación deportiva permanece controvertido, no estando recomendada actualmente su realización como medio de screnning.

De esta forma, mediante la realización de un adecuado estudio del deportista y aunque no es posible prevenir el 100% de los casos de muerte súbita, sí somos capaces con un simple estudio previo,  de disminuir de forma muy importante el número de jóvenes que año tras año fallecen por esta causa.